miércoles, 4 de marzo de 2009

Piedras en el cielo... y contra la Tierra

4 de marzo de 2009.- No paran de aparecer, de descubrirse. La semana pasada, en la madrugada del 25 de febrero, desde el Observatorio de Calar Alto (Almería) nos informaban del descubrimiento de un asteroide, el 2009 DS36, miembro de esa familia de objetos cercanos a la Tierra (NEOs por sus siglas en inglés, que es -como siempre- el estándar en estos temas) que no para de crecer, y en la que alguno de sus miembros podrían, llegado el caso, acercarse demasiado a nuestro planeta, una ruta de colisión que, de vez en cuando, se nos anuncia a través de los medios de comunicación aunque, afortundamente, nunca se confirma.

Esos PHA (asteroides potencialmente dañinos, en inglés) se han convertido en parte habitual de las noticias relacionadas con el Universo. Sin duda también porque esa capacidad destructora de la que nos han hablado las películas de Hollywood, pero sobre todo las grandes extinciones en la historia de la vida en nuestro planeta, nos aterra (aunque sea más un miedo absurdo: si nos encontramos con un PHA en trayectoria de impacto, poco podemos hacer por cambiar las cosas; y por otro lado, la probabilidad de un suceso así es tan baja que asustarse por ello es tan ridículo como lo que sentía el jefe galo Abraracurcix en los tebeos de Asterix).

Pero el pasado lunes 2 de marzo el 2009 DD45 pasó a sólo 60.000 km de nuestro planeta, por encima del Pacífico sureste. Peter Brown, uno de los más importantes cazadores de NEOs lo descubrió desde la Universidad de Ontario (Canadá). La semana pasada, Robert Holmes, otro conocido caza-asteroides, había encontrado otro PHA que podría, dentro de 33 años, chocar contra la Tierra (bueno, la probabilidad estimada es de 1 en dos millones), según informaba Universe Today. Ese objeto, 2009 BD81, de unos 340 metros de lado, pasó el 27 de febrero a 7 millones de kilómetros de nosotros.

El Centro de Planetas Menores de la Unión Astronómica Internacional, en el Observatorio Astrofísico Smithsoniano (EEUU), se encarga de tomar nota del descubrimiento, análisis y seguimiento de los cientos de miles de asteroides, cometas y otros cuerpos menores de nuestro sistema solar. Y es el responsable de proporcionar mundialmente la información sobre todo este mundo de los asteroides, a través de los "telegramas astronómicos" (que, evidentemente, hace decenios dejaron de ser telegramas y son ahora boletines electrónicos, los tiempos han cambiado mucho). En ellos, se recogen las detecciones y se les da un nombre de catálogo.

De ahí esas denominaciones que hemos puesto del tipo 2009 DS36. Primero, es obvio, el año del descubrimiento. Posteriormente dos letras que hacen referencia a la quincena del año en que se ha producido el avistamiento, y dos cifras para ponerlos ordenados dentro de cada quincena. Posteriormente, esa designación provisional pasará a ser definitiva con un número de catálogo y un nombre propuesto por los descubridores del objeto. La lista es enorme, y curiosa (Zappa tiene un asteroide, pero también Rafa Nadal: el Observatorio Astronómico de Mallorca se lo dedicó el año pasado).

Ni que decir tiene que cada noche se descubren en alguna parte del mundo varios objetos de estos. Y ninguno está en trayectoria de darnos. Aunque descubrir que uno pasó a unos pocos miles de kilómetros y nadie se había dado cuenta antes, no nos deja del todo tranquilos.
Otro día hablaremos de qué hacen los científicos no sólo para tranquilizarnos, sino para poder poner, en el futuro, un medio de escaparnos de un destino que, ya lo sabemos, ha jalonado de destrucciones cósmicas la historia de nuestro planeta.

http://www.elmundo.es/elmundo/2009/03/04/cosmos/1236167467.html

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